Una de las cosas que aprendí durante mi especialización en terapias cognitivo conductuales fue a diferenciar los hechos de las interpretaciones, es decir; diferenciar entre la experiencia sensorial pura y las inferencias que hacia de una situación.
Con el tiempo me di cuenta de que aprender a diferenciar una situación de una idea y a buscar evidencia en mis pensamientos antes de llegar a una conclusión aliviaba de una manera sorprendente algunas de las tensiones emocionales que podía tener.
En ese momento entendí también que podía encontrar la felicidad si tenia una mejor "calidad de pensamientos".
Para alcanzar la felicidad debemos tener pensamientos de "calidad", ya que muchas veces el ser humano sufre no por los hechos y por lo que le sucede, sino por como los interpreta.
En el momento en que intentas describir, a ti mismo o a otros, tu propia experiencia, estás etiquetando tu experiencia previa de acuerdo a tu historia personal y a la cultura en la que vives. Es en este paso en el que a menudo comienzan las confusiones y los problemas.
En el momento en el que pones en palabras una experiencia subjetiva, te despegas de la experiencia directa sensorial y empiezas a categorizarla de un modo que es lógico para ti, dándole una existencia propia. Al nominalizar tu miedo, rabia, amor, etc… refuerzas la idea de que cada una de estas cosas existe como un objeto independiente.
El siguiente nivel en el proceso consiste en dotar de significado o de consecuencias a las palabras que has elegido.
Si le pides a alguien que explique sus sensaciones de felicidad, depresión, amor, etc, tenderá a añadir todavía otra capa de palabras. Esto es inferencia o evaluación. Cubrirá la experiencia sensorial pura con palabras que normalmente son juiciosas o minusvalorantes (si esta palabra no existía, ya ha visto la luz). Por ejemplo:
“Me siento de esta manera y es malo”
“Sigo sintiéndome así y es desesperante”
“Me han diagnosticado con depresión y eso significa que estoy muy enfermo”
“A veces pienso que veo cosas que no están ahí; me estoy volviendo loco”
Date cuenta de que cuanto más desciendes por la escalera del razonamiento, mayor es la inferencia y más te alejas de la experiencia pura.
Pedirle a alguien que explique por qué se siente así a menudo complica la situación, ya que los pensamientos negativos (y la gente rara vez tiene pocos de estos) tienden a realimentar el nivel superior y a intensificar la experiencia indeseada. Este bucle de negatividad o de diálogo interno destructivo es una característica de los estados de depresión. La persona se siente mal; hablar sobre ello (consigo mismo o con otros) intensifica la sensación desagradable, lo que le lleva a hablar más sobre ello, lo que le hace sentir peor, así que empieza a encontrar nuevas distinciones usando nuevas palabras para describir su experiencia… y continúa descendiendo en espiral, más y más profundo, hacia el descalabro, sin un final aparente.
Considera esta cadena de eventos y aprende algo útil al respecto.
Supón que tienes un dolor de estómago y no lo arregla un anti-ácido. Se te ocurre pensar que tu padre y uno de sus hermanos sufren de úlceras de estómago. Simplemente el hecho de recordar su sufrimiento hace que tu estómago se encoja y empeore el dolor. Pero podría ser ‘Cáncer’, y entonces te sientes todavía peor. Después de un tiempo, vas a un doctor y te dice que tienes un estómago irritable y que tendrás que tomar medicamentos para tratar tu problema. Empiezas a darte cuenta de que sientes malestar la mayor parte del tiempo, pero "es normal" porque ahora tienes un diagnóstico que lo posibilita. Tienes una enfermedad.
La primera parte de la cadena de eventos es simplemente una sensación de malestar en el estómago que identificas como ‘dolor’. Esta es la experiencia sensorial y la observación.
Primera inferencia: “Podría ser una úlcera de estómago”.
Segunda inferencia: “Podría ser un cáncer”
Tercera inferencia: “Siento un malestar continuo en el estómago. Estoy muy enfermo”.
A medida que procesas cada una de estas evaluaciones, es probable que experimentes un mayor nivel de estrés. Éste se realimenta hacia la experiencia original (la molestia estomacal) y hace que se incremente la sensación de malestar, disparando nuevas evaluaciones (e.g. “Esto va a peor”), mientras te sumerges en el malestar y la desesperación.
Ahora supón que entras en Internet y lees un comentario de alguien que dice que tu enfermedad es incurable y que tendrás que vivir con ella toda tu vida. ¿Cómo te sientes?.
El primer paso para liberarte de esto es poder distinguir entre lo que es un hecho verificable y lo que es una inferencia o evaluación. Esta es una habilidad nueva que tendrás que practicar.
Por otro lado, los mecanismos que describo forman parte de tu mentalidad como parte del aprendizaje que has hecho al adaptarte a tu cultura. Debemos pensar como poder utilizarlos de una manera positiva para ser felices y cómo podemos crear bucles de realimentación positiva que nos hagan sentir mejor.
Para terminar de entender el concepto veamos una pequeña lista con las diferencias entre hechos e interpretaciones:
HECHOS:
Se limitan a tu propia observación.
Están basados en información sensorial.
Son verificables. Esto significa que serán apoyados por un testigo razonable.
Son generalmente repetibles.
Tratan sobre el pasado o existen en la experiencia presente.
Por ejemplo: “Me despidieron del trabajo”.
INTERPRETACIONES:
Van más allá de la observación personal.
Tienden a contener muy poca información sensorial.
No son verificables, sino que se aceptan mediante la fe.
No son comprobables.
Se refieren al futuro, un futuro a menudo extrapolado desde el pasado.
Por ejemplo: “Es una desgracia y es terrible que me hayan despedido del trabajo. Nada me sale bien”